miércoles, 17 de enero de 2018

1958-2018: a 60 años de la inauguración del Reloj Cu-Cú de Villa Carlos Paz


El próximo 25 de Mayo se celebrarán los 60 años de uno de los símbolos más característicos de Villa Carlos Paz: el Reloj Cu-Cú.

A continuación se reproduce íntegramente un artículo de investigación sobre su historia, realizado por el periodista e historiador Eldor Bertorello, publicado en La Jornada:

"Mucho se ha dicho y escrito sobre la idea y construcción de uno de los emblemas turísticos de Villa Carlos Paz: el reloj Cu-Cú.
La falta de investigación tanto histórica como periodística permitió que se adjudicara la obra a personas que en algunos casos ni estuvieron en ese momento en el entonces pueblo. El acceso a nuevas fuentes de información, muchas de ellas inéditas, nos permite arrojar luz sobre este tema.
Uno de esos casos es la obra literaria de uno de los propietarios de la fábrica de relojes que nos entregó este verdadero atractivo turístico.
Se trata del profesor Dr. Carl-Hans Plock, quien en el libro “So war mein Leben – Zwei Weltkriegen und danach In Argentina” (Así fue  mi vida – Dos guerras mundiales y después Argentina), repasa con lujo de detalles el derrotero que llevó a la construcción del ícono turístico.
La traducción al castellano de la profesora Heidrun Wedemeyer nos deja conocer la historia del reloj Cu-Cú a través del relato, en primera persona, de su constructor.
“Un emblema del cual todos estaban orgullosos”
Escribe Carl-Hans Plock: “con mi trabajo como profesor de Logística y Metodología en la Universidad de Córdoba mis actividades no terminaron. Salí al no divisar ningún futuro, tenía sin embargo el deseo de fundar una pequeña empresa para poder mantenerme. Decidí construir relojes Cu-Cú. Los conocimientos necesarios los traía de mi época juvenil de Neumenhar.
Mientras tanto habían llegado dos de los constructores ingenieros aeronáuticos del grupo Focke Wulf de Alemania, Ulrich Schnaak y Karl Wedemeyer. Schnaak fue mi socio, Wedeemeyer por su parte trabajó en forma autónoma y fabricaba las cadenas para los péndulos. Más tarde construyó una máquina automática para estas tareas, una obra maestra propia de un ingeniero.
Los trabajos mecánicos para esta y otras maquinarias que teníamos que construir, las montaron Hans Schubert y Eberhard Starke, quienes a su vez se encargaron de fabricar más máquinas fundando a su vez su propia empresa.
Schnaak y yo nos inscribimos con el nombre de IRCA, Industria de Relojes, Controles y Aparatos SRL.
El primer reloj salió de nuestra fábrica el 7 de abril de l952, siguieron miles de ellos. Empezamos a trabajar en el garaje de mi casa (Chalet Gra Mi Yo). El primer empleado fue don Glaetlli, un suizo que trabajaba en cobre. Con el tiempo llegamos a tener 35 empleados, entre ellos su hijo Hans Glaetlli.
Las carcasas de madera de los relojes las construía para nosotros un carpintero italiano de apellido Persello, un hombre muy capaz y trabajador. Las pesas del reloj, en forma de piña, las hacíamos hacer de fundición gris en un pequeño taller de este tipo que entonces había en Villa Carlos Paz.
Uno de los problemas más complicados la constituía el tallado de hojas y otros ornamentos de los relojes Cu-Cú.
En el valle de Calamuchita había una docena de familias alemanas que estaban interesadas en aumentar sus ingresos. Nos reunimos el 20 de abril de l952 en un local y les hicimos la proposición de hacer el trabajo de los tallados en sus domicilios. Todos aceptaron gustosamente y pronto comenzó la producción. Nos ayudó enormemente el señor Haase que tenía un caballo y un sulky, se encargaba de llevar las maderas para el tallado a cada uno de los artesanos y una vez terminadas las retiraba el mismo. Nos llegaban en prolijas cajas. La madera utilizada era pino, que se adaptaba perfectamente para estos trabajos. A todo esto desarrollé y construí un banco especial de tallado que todos muy rápidamente copiaron.
Esta organización fue un éxito total y funcionó a través de varios años en forma maravillosa.
Mientras tanto las maquinarias para el reloj las construíamos en nuestro garaje. No teníamos muchas tecnología, solo un pequeño torno con un largo más o menos de 0,70 cm. con ciertos arreglos y distribuciones nos servía para el fresado de las ruedas dentadas. Bien es sabido que el perfecto funcionamiento de un reloj de este tipo depende de las ruedas dentadas, depende exclusivamente de la precisión de estas. Sin embargo las herramientas necesarias no se conseguían en Argentina. Habíamos planeado hacerlas nosotros. Si esto hubiera resultado es una incógnita. Pero nuevamente tuvimos suerte con la visita de dos compañeros de la universidad en Alemania, Heinz Ostertag y Karl Diehl de Nuremberg, nos conocíamos muy bien, venían a visitarme desde Buenos Aires. Hablar por teléfono en esos años en Argentina y en Villa Carlos Paz era todavía un acción casi desconocida por eso no se anunciaron. Mi alegría fue enorme. “… justamente relojes quieres construir…”, me dijo Ostertag en un momento mientras K. Diehl no estaba. “Tú sabes que Diehl tiene una fábrica de relojes en Nuremberg, fabrica por día más de mil despertadores, seguramente tu harás las cosas bien pero en las rueditas dentadas dejarás los dedos”. Qué razón tuvo. Finalmente le mandé las medidas y recibí por años las rueditas dentadas. Sin ellas posiblemente el proyecto hubiese fracasado. Años después este señor propuso instalar una fábrica de relojes aquí, pero falló en sus negociaciones con el gobierno argentino por lo que desistió.
Seguimos fabricando relojes Cu-Cú, decidimos luego construir otras maquinarias relojeras sin campanadas que usamos para hacer relojes de plástico, madera e incluso porcelana que nos preparaba un inmigrante alemán de China.
Siguiendo con nuestro crecimiento entramos en la producción de relojes eléctricos para autos, los que se instalaron en algunos modelos de la Kaiser (IKA). La fabricación de estos relojes fue mi último trabajo antes de mi regreso a Alemania a fines de l959.
La fábrica fue adquirida por Jurgen Naumann. Mi socio Schnaak ya se había ido a Baltimore en Estados Unidos dedicado nuevamente a la industria aeronáutica.
Naturalmente a todo esto la evolución de la fábrica nos llevó a que agregáramos una especie de galpón y luego cambiamos de lugar, primero a la calle Moreno y después alquilamos las canchas de bolos de la confitería Munich en Villa del Lago.
En un hermoso día del año l957 encontré a una persona muy bien conocida, Carlos Gasser, que formaba parte del centro vecinal. Me preguntó si yo me animaría a construir un reloj Cu-Cú gigante, que posiblemente sea el más grande del mundo, que fuera una réplica perfecta de los normales, con sonido etc. etc.
No lo pensé demasiado y accedí realizando los proyectos y bosquejos con su desarrollo final.
Como apoyo (zócalo) pensé en una especie de pirámide sin punta, sobre la cual apoyaba la casita con su esfera de números. En total tendría una altura de 7,50 metros. Lamentablemente no conocía (si es que había alguno) un reloj de tamaño semejante, sino todo hubiera sido más fácil, incluso hacerlo más alto.
La construcción la hizo un arquitecto de acuerdo a mis bosquejos e instrucciones. Un esqueleto de hormigón armado sirvió para apoyar los ladrillos que luego fueron cubiertos con piedra laja. La casita o carcaza fue revestida íntegramente de madera y el techo con tejas. Los tallados fueron hechos por un italiano (Mario L. Casolla) de Sestrieri que tenía una heladería en la calle Sarmiento muy cerca de donde estaría el gran reloj.
Se había pensado un hoyo de 5 metros debajo de la construcción, para que la maquinaria (sistema de accionamiento) funcionara con las pesas. El martinete con la sonidera y movimientos del Cu-Cú los hice funcionar con un motor eléctrico de l/2 HP.
Toda esta maquinaria se construyó manualmente en mi taller. Las ruedas dentadas tenían 60 y 70 cm de diámetro y las fresaron en Córdoba. El Cu-Cú lo tallé yo mismo, tenía más o menos un metro de largo. Las cifras del cuadrante de las horas las realicé en el taller de carpintería de Inoccente Persello. Para el mecanismo de percusión evalúe varios sistemas optando finalmente por uno autorregulable. Como gong para las campanadas colgamos un pedazo de riel contra cual pegaba un martillo, las pipas de los fuelles para el sonido las realizamos a escala de acuerdo a los relojes.
Para todo esto conté con el apoyo técnico de Karl Wedemeyer quien fue el diseñador y constructor de las principales máquinas de la fábrica IRCA.
El día 25 de mayo de 1958 fue inaugurado el reloj, asistieron todas las autoridades de la ciudad, hubo discursos y la bendición del padre Santarrosa. Mi esposa rompió una botella de champagne en la base de piedra laja mientras estallaban los fuegos artificiales sonando varias veces el Cu-Cú. El pueblo había adquirido un emblema del cual todos estaban orgullosos, los periódicos y revistas del país sacaron fotos y artículos, incluso la revista Life de Nueva York publicó una página especial.
En l980 recibí desde Villa Carlos Paz una nota periodística sobre la defunción de Jurgen Neumann donde lo colocaban como el creador de la fábrica de relojes y del Cu-Cú gigante. Neumann nunca fue mi socio, además estuvo durante todo el tiempo de la construcción del Cu-Cú trabajando en San Pablo, Brasil. Con la fábrica de relojes no tuvo nada que ver hasta que yo se la vendí cuando volví a mi país natal en l959”.
 Información y anécdotas
Inauguración: 25 de mayo de 1958
 Datos técnicos
Altura: 7.50 mts. (antes de la construcción de la actual plataforma)
Pesa de accionamiento: 120 Kg.
Péndulo: 2,80 m. de largo.
Hoja de péndulo: 15 Kg.
Mecanismo sonoro: Fuelle, riel y martillo accionado por un motor eléctrico de ½ hp
Cuadrante: 1,35 m
Madera exterior: raulí
Los barrales laterales y las hojas fueron tallados en madera de raulí (donada por la carpintería Tullio Riva) por Mario Cassola.
 Percances y evolución
A pocos días de su inauguración se produce un intento de incendio. Posteriormente es atacado a balazos por un grupo de trasnochados, quedando un orificio en el cuadrante de uso horario, y así se sucedieron cientos de anécdotas protagonizadas por despedidas de solteros y noches de estudiantina hasta que las travesuras o males mayores finalmente llegaron con los robos y daños.
El 2 de octubre de 1996 se robaron el “pájaro  del Cu-Cú” sin que se pudiera conocer él o los autores del hecho. El acontecimiento tuvo trascendencia nacional siendo cubierto por cadenas de noticias y programas de todo tipo donde el humor no estuvo ausente. Fue totalmente remodelado manteniendo sus características originales con el cambio de madera de caja exterior y barrales. Las hojas que ya habían sido cambiadas en otras ocasiones ahora se construyeron en fibra de resina. A su vez la maquinaria recibió un servicio integral colocándose un nuevo pájaro. La temporada turística de ese año fue abierta con una fiesta popular el 20 de Diciembre donde se puso en marcha nuevamente el reloj Cu-Cú más grande del mundo.
El crecimiento de la ciudad y la construcción del puente Cassaffousth incrementaron el tránsito vehicular hacia esa zona convirtiéndose en un nudo vial complicado.
Varios proyectos trataron de reubicarlo en la misma zona provocando en todos los casos las protestas de los vecinos.
 Comisión de Fomento que colaboró con la obra: Mario Bina, Leandro Serna, Leonardo López, Romeo Silvestrin, Clemente Andorno, Pedro Maschio, Horacio Gigli, Federico Gasser, Justo P. Carreras (padre de la actriz Mercedes Carreras), Aldo Rigazio, Andrés García, Sebastián Sabater, Juan Alonso, Martín Traverso.
 Nota correspondiente a la edición n° 368 del semanario La Jornada, del 24 de mayo de 2015."
Seguidamente, algunas imágenes:
Antecedentes y gestores.


Construcción e inauguración.


Algunas primeras postales.


Distintas vistas, una procesión y parte posterior.


Más postales.


El Cu-Cú y el paso del transporte público, 
en este caso el legendario "Serranito".



El Cu-Cú como "logo" (imagotipo) de un medio gráfico local.

tarjeta posta con vista nocturna del Reloj Cu Cú (Déc. '70)





Trabajadores de la fábrica de relojes y el
festejo de los 50 años del Cu-Cú.



El Sr. Falcón y su puesto de fotografías.

Su refuncionalización y remodelación.



Eventos con sede en la plazoleta del Cu-Cú.



Rumbo a una nueva edición de la Fiesta del Cu-Cú,
en el marco de los 60 años.


A continuación, reproducimos un texto ficcional sobre el tema del "Reloj Cu-Cú" de la escritora Isabel Lagger, que forma parte de su libro "Historias sin apellido" (1998):




Ampliaremos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario