Alberto Cándido Gontero, hoy 13
de mayo de 2020 cumpliría 92 años. Nació en la ciudad de Córdoba (Capital) en
1928, el primer hijo (de cinco, él, Raúl, Oscar, Omar y Lidia) de Clemencia (Clementina) Pasini y Miguel
Alejandro Gontero, mis nonos, y falleció el 23 de febrero de 1947 en la ciudad
de Alta Gracia.
Alberto fue el hermano mayor de
nuestra madre, Lidia Elena Gontero. Él falleció a unos meses de cumplir 19
años, cuando ella tenía 2 años y medio aproximadamente.
¿Cuál fue entonces nuestro
vínculo?
El “Tío Alberto” estuvo muy presente
en los diálogos con nuestra Nona Clemen, mi madrina, quien destacaba su gran
corazón, su amor y dedicación por el estudio, sus habilidades técnicas, su
responsabilidad, su esfuerzo porque desde adolescente ayudaba en el hogar,
trabajando en una fundición y estudiando. Al respecto, también el Nono Miguel
siempre nos decía “el saber no ocupa lugar. Aprendé todo lo que puedas”, como
lo hizo Alberto.
Por su parte, Lidia, mi Madre (a la fecha 75 para 76 años) recuerda que su Mamá, Clemencia, le contaba que Alberto siempre la hacía bailar alegremente con la música que transmitían por radio, en especial de una audición que invitaba a los oyentes a "proponer" la música que querían escuchar.
Durante toda su “sobre-vida” (es
muy doloroso ver morir a un hijo) guardaron su respeto, recuerdo y memoria, en
todos los testimonios que ilustran este texto.
Sus fotografías desde pequeño,
sus instantáneas junto a sus hermanos Raúl y Oscar, su foto de Primera Comunión, la familiar de “sociales”
de la época, sus libretas de clasificaciones con muy buenas notas de la
“Escuela Industrial de Artes y Oficios de la Nación” (Córdoba, entre 1942 y
1946), sus fotos carnet para distintas ocasiones y trámites, sus fotos al
cumplir 18 años, su Cédula de identidad, su Título de “Experto calificado en la
especialidad Motores”, sus ejercicios militares en septiembre de 1946 en el
Tiro Federal de Córdoba, sus pequeñas diapositivas del pic-nic de la primavera
de 1946 en Villa Carlos Paz a orillas del lago San Roque y el infaltable partido de fútbol (con referencias al
dorso de su puño y letra), su foto de egreso con sus compañeros de promoción,
la pequeña instantánea familiar del paseo al balneario “La Bomba” de Alta
Gracia, escenario de su trágico deceso, al ahogarse (siempre hay que tenerle
respeto a los traicioneros ríos y arroyos serranos) el 23 de febrero de 1947,
su acta de defunción, su foto de sepelio y entierro en el cementerio “San
Jerónimo”, y el sentido obituario publicado en un diario capitalino.
Al respecto, dicha publicación
dice textualmente: “Sr. Alberto Gontero – Su fallecimiento – Penosa repercusión
ha tenido en los círculos de sus relaciones y en especial entre los estudiantes
de la Facultad de Ingeniería, el trágico fallecimiento del joven Alberto
Cándido Gontero, acaecido en la localidad de Alta Gracia.
El joven Gontero que contaba en
la actualidad 18 años de edad, era una cara promesa de hermosas realidades,
pues era alumno aventajado de la Facultad de Ingeniería y por sus condiciones
de estudioso y su privilegiada inteligencia, unido a su carácter comunicativo y
alegre y el culto por la amistad, gozaba de general simpatía entre sus
compañeros y profesores que lo distinguían y apreciaban en el justo valor de su
personalidad.
Por estos motivos, en el acto del
sepelio de sus restos verificado en el cementerio San Jerónimo, se pusieron de
manifiesto en forma elocuente las demostraciones de pesar que su desaparición
ha suscitado entre todas aquellas personas que tuvieron oportunidad de cultivar
su amistad”.
Siempre se sufre ante la muerte y
mucho más de un joven, con esos testimonios fuimos construyendo desde nuestra
niñez esa imagen de EJEMPLO a seguir, su amor por el saber y el conocimiento,
por el cuidado de lo público, por los libros, por el estudio como medio para
superarse a través del esfuerzo y la dedicación de un joven hijo de familia
trabajadora numerosa que no tenía casa propia, que variaba de domicilio al
ritmo de los acelerados aumentos de alquileres indexados, pero que se
fortalecían orgullosos entre los miembros del hogar por los logros que iba
alcanzando el primogénito de la familia, que además acercaba algunos pesitos
por su trabajo de medio-tiempo; en el contexto socio-económico y político de
una Nación que comenzaba a posibilitar el ascenso social de las clases
trabajadoras.
Fuertes valores que se nos fueron
grabando a fuego y un “preciado” objeto de herencia, una pequeña bibliotequita
hecha artesanalmente por el “Tío Alberto” y que nos fue confiada por la Nona
Clemen y que inauguró y hoy preside nuestra biblioteca familiar.
Muchas gracias “Tío Alberto” y
Nonos por todo lo transmitido, enseñado y confiado. Dios los tenga SIEMPRE en
la Gloria.