martes, 8 de enero de 2013

Elogio de la naturaleza (1)


(Villa Carlos Paz) - Esta imagen que refleja la belleza de la naturaleza fue tomada veranos atrás en el patio del fondo de la casa de mis viejos, que antes fue de mis nonos.
Tanto el rosal primero como el duraznero después fueron obra de la dedicación y amor por las flores y plantas de nuestra nona Clementina Passini, quien desde muy pequeña (aproximadamente siete años) comenzó a trabajar la tierra en una quinta de la Colonia Tirolesa.
Pudo ir a la escuela hasta segundo grado, por lo que aprendió a leer en las hojas sueltas de los diarios en los que envolvía los manojos de verdura fresca que cosechaba de la quinta que alquilaban sus padres.
La nona Clemen, que nos dejó hace algunos años a los 93 pirulos, nos transmitió las virtudes de la Madre Tierra y nos enseñó que nunca dejáramos de maravillarnos por los gratuitos y majestuosos espectáculos que a cada instante esta sabia silenciosa y humilde nos ofrece, pidiendo únicamente un mínimo respeto.
La fotografía de esta entrada nos muestra como el intrépido pimpollo rosado trepa con tallo rectilíneo buscando algo de luz, entre las tupidas ramas del duraznero, cargadas de hojas y frutos.
Para qué decir más, se imaginarán...una infinita mezcla de sabores, perfumes, y otras tantas sensaciones que se entreveran (aún hoy las recuerdo gratamente) para el deleite de todos los sentidos.
Gracias Nona por legarnos con tu ejemplo diario el cuidado de los frutos de la Tierra.
 
por Santiago A. Macor 

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